El megalodón, inmortalizado como un tiburón monstruoso en la película que lleva su nombre, era sin duda una temible criatura de los mares, pero un nuevo estudio de sus restos fósiles, publicado el lunes, lo describe como más delgado de lo que se conocía.
Desaparecido del océano hace 3,6 millones de años, los investigadores calcularon su talla en entre 15 y 20 metros de largo, un amplio margen de error explicable por el pequeño número de fósiles que quedan, dientes y vértebras incompletas.
Sobre todo se le asignó el mismo perfil imponente que al único gran tiburón que existe en la actualidad, el blanco.
Pero no es así, según el estudio publicado en la prestigiosa revista Palaeontologia Electronica, que muestra un animal más esbelto, similar al actual tiburón mako.
“Nuestro equipo reexaminó el registro fósil y descubrió el megalodón era mucho más delgado” de lo que se suponía hasta ahora, explicó en un comunicado el biólogo Phillip Sternes, de la Universidad de California en Riverside.
La película de 2018 con Jason Statham retrató un megalodón gigantesco que persigue a humanos actuales.
“Aún habría sido un depredador formidable en la cima de la antigua cadena alimentaria marina”, agregó Sternes.
El megalodón “puede no haber sido un nadador muy poderoso” comparado con el gran tiburón blanco, apuntó el investigador Kenshu Shimada, paleobiólogo de la Universidad DePaul en Chicago.
Asimismo, los estudios indican que quizás no necesitaba cazar muy a menudo debido a su largo tubo digestivo, acorde con su tamaño.
Esto mismo habría sido su debilidad, ante la llegada de depredadores más grandes y rápidos.
Una teoría que explicaría la extinción del “Otodus megalodon” es que sus presas se volvieron escasas. Pero Sternes propone otro escenario.
“Creo que una combinación de factores llevó a su extinción, pero uno de ellos puede haber sido la aparición del gran tiburón blanco, que quizás era más ágil, y, por lo tanto, un mejor depredador que el megalodón”, indicó.
Tener una imagen exacta de la verdadera forma del animal requiere contar con un esqueleto más completo que los pocos elementos disponibles, acotó Shimada.
Agregó: “El hecho de que no sepamos exactamente qué apariencia tenía el ‘Otodus megalodón’ le da rienda suelta a nuestra imaginación”. Y a la de los cineastas.